COMO NACE EL EMBLEMA DE ARTEMUSA

CÓMO NACE EL EMBLEMA DE ARTEMUSA

Pierre A. Amorocho R. desde hace algunos meses, se ha integrado a los lunes de encuentro y de lectura del grupo.
En uno de esos encuentros, al plantearnos el objetivo de crear un emblema que nos identificara, se encomendó a cada uno de los participantes presentar una propuesta y fue así como el diseño de Pierre fue elegido por decisión unánime.

El que a continuación presentamos es un escrito del autor del emblema de ARTEMUSA sobre los conceptos que manejó para diseñarlo:

Autor del texto a continuación:
Pierre A. Amorocho R.

Con la premisa buscar un emblema significativo, enérgico y actual, comencé una búsqueda indagando en las distintas formas de expresión contemporáneas algunas de ellas grafitos, piercing y tatuajes siendo estos últimos los seleccionados como base para esbozar el logo de ARTEMUSA. Me motivó elegir los tatuajes, por su trascendencia en la historia.
Si bien los tatuajes no son considerados netamente formas de arte, si son reflejo de una sociedad cambiante, y una forma de expresión al igual que el arte. Ejemplo de esto son los tatuajes llamados tribales.

El tatuaje tribal tiene su origen en las tribus Maorí y de la Polinesia, donde los guerreros mostraban su jerarquía y valor con un diseño facial, se presume que su origen es milenario. Estos diseños tradicionales estaban impregnados de significados. Su forma está basada en líneas negras, gruesas, continuas y simétricas.
Actualmente el tatuaje tribal maneja sombras, color, líneas estilizadas, en ocasiones entrecruzadas, bien pueden ser simétricos como asimétricos, y aunque el trazo se ha modernizado no ha abandonado su matriz.

Basado en estas investigaciones se tomó la letra A y M, iniciales de Arte y Musa para generar un logo a modo de tatuaje compuesto por fragmentos entrecruzados que buscan la esbeltez de un punto superior a uno inferior, donde se manejan el degrade y el sombreado en tonos grises. De este modo se busca reflejar un sentimiento de innovación respetando los vestigios del pasado…

Por: Anna Fioravanti